Que el arte europeo pega cada vez con más fuerza en el mundo del cómic, no es ningún secreto.
De hecho, si no fuera por las convenciones de tan bajo nivel que hacemos (hasta ahí llega la crisis), podríamos decir que en el viejo continente trabajamos de forma autónoma, sin mirar de reojo al gran maestro americano.
Y es por eso que la frescura de nuestros lápices resulta genial. ¡Cuántos estilos distintos se pasean por Bruselas, Cádiz y Milán! ¡Qué trabajos tan originales! Corre la inspiración a raudales por las calles de toda Europa...
El tiempo vuela. Y aunque parezca mentira, en lo que se refiere al 9º arte, estos 13 años que llevamos de milenio pesan mucho. Ha habido una verdadera revolución en todo lo que rodea al cómic, desde su concepción hasta su venta. ¿Y, a la postre, en qué se ha basado? Pues, principalmente, en no pensar en hacer "cómics". Me explico.
En este continente, cada vez más, nos encontramos las mejores críticas en trabajos que: No se venden en quioscos, No son humorísticos, No son violentos, No son para niños, No son cine X, No tienen superhéroes, No son desagradables, No llevan un proceso lápiz-tinta-color, No son manga, No faltan desnudos, No escatiman en medios materiales, No están lejos de obras de museo, No abusan de ningún recurso, No se encasillan en un modelo, No desencajan en una publicación cualquiera, No pretenden eternizarse en el tiempo, No llevan a sus artistas al olimpo de los top 100.
Uno de estos nombres, el incansable Enrico Marini. En la aparente indiferencia de sus trabajos, hay mucho arte detrás. Muy bien estudiado, y con un curioso marketing, que a más de uno da qué pensar.
Retrato de Mejaï (El Escorpión). E.Marini. 2008
No comments:
Post a Comment