Como tantos otros, soy un auténtico fan de los cuentos de hadas. El potencial artístico y literario de estas historias es, a todas luces, insuperable. Como las mismas hadas, las musas juegan con el lector: le atrapan y le hacen soñar despierto.
Y es que todavía queda en el ser humano, esa predilección por la historia breve y didáctica. No en vano, llevamos siglos comunicándonos con fábulas, imágenes y parábolas. Así que, en mi opinión, el gusto por los cuentos es algo innato, como lo es el buscar el calor en una noche fría o el cariño en un ser querido.
Desde hace algunos años, venimos viendo un resurgimiento de estos clásicos literarios, en casi todas las disciplinas artísticas. Rapunzel, Blancanieves, Caperucita, Alicia, la Bella y la Bestia... han desfilado por Hollywood, Broadway y Moscú -en compañías de ballet-. Once Upon a Time, se ha convertido en una serie de éxito en televisión, y las acciones de Disney no han dejado de subir los últimos años. Pero esto no es nada, si pasamos a hablar del mundo del cómic.
En lo que al noveno arte se refiere, los cuentos clásicos han sido un auténtico filón comercial durante los últimos diez años.
De hecho, se podría decir sin exagerar, que han cambiado hasta los cimientos del marketing de este producto. A raíz de publicaciones como Grimm Fairy Tales, de la editorial Zenescope, las casas de cómics se han dado cuenta de una cosa. Un cuento es tan breve como una portada. No hace falta intrigar al lector, para que quiera leer el cómic. Lo que hay que hacer es ponérselo fácil, para que él solo desarrolle el cuento, en su cabeza, con sólo ver la portada. ¡Ya conoce la historia y los personajes! Sólo hay que cambiar el escenario. Eso sí, el arte está en darle otro punto de vista.
He perdido la cuenta de la cantidad de sagas que ha sacado Zenescope. Neverland, Wonderland, Simbad, Monsters Guide, ... con hasta cuatro portadas en algunos números. Una locura.
Esta fiebre continúa ahora con la saga Fairest. La fórmula es exactamente la misma que la de sus predecesoras. Portadas que hipnotizan y unos personajes que enganchan. Muy simple todo. Por lo demás, si antes Al Rio ponía el broche de oro en Zenescope, ahora tenemos a nada menos que Adam Hughes haciendo de las suyas para Vertigo.
Aquí vemos la portada del #8 de la serie. Casi nada.
Ni que decir tiene, que con independencia del guión que quiera seguir el cuento, más o menos adaptado, contar con un poco de erotismo en los lápices, para enganchar a un público más adulto, suele dar muy buenos resultados.
Aunque este punto subido de tono, no es obligatorio para triunfar. Un ejemplo es el primer libro del mayor de los Luna Brothes, Jonathan, que acaba de publicar en Noviembre en Estados Unidos. Star Bright and the Looking Glass, es una obra conmovedora. Un cuento de hadas.
Tras su éxito mundial, Girls, a estos hermanos les han llovido las ofertas. Sin embargo, han sabido mantenerse al margen de publicaciones más comerciales, para seguir centrándose en trabajos intimistas e independientes (como siempre han hecho).
En una primera impresión, el estilo de los Luna Brothers resulta estático y minimalista. Un dibujo tosco y hasta infantil, que llama la atención. Hace falta avanzar bastante en sus páginas para encontrar un sentido al conjunto, y comprobar que hay mucho arte en sus trabajos.
Peculiar en sus dibujos y genial en el guión, Jonathan Luna, nos ofrece una joya bien pulida, para todos aquellos amantes de la magia de los cuentos. De verdad que merece la pena.